Nadie quiere oír nada al respecto y, si tiene que escucharlo, sólo en las pesadillas de la noche. Si nos diagnostican cáncer de páncreas, nuestros planes se estropean y apagamos nuestros sueños.
En la actualidad, el cáncer de páncreas es una de las neoplasias con peor predicción a nivel mundial. A pesar de que este tipo de cáncer no aparece con frecuencia, al ser el décimo tumor más frecuente, su mortalidad es alta y es la cuarta causa más frecuente de muerte por cáncer. Se estima que sólo el 5% de los pacientes siguen vivos cinco años después del diagnóstico del cáncer.
Entre los factores que provocan una mala predicción se encuentran los referidos al retraso en el diagnóstico de la enfermedad y a la naturaleza del tumor y a la respuesta a los tratamientos actuales.
El cáncer de páncreas puede ser de varios tipos, pero el más frecuente es el adenocarcinoma ductal del páncreas, que es el 90% de todos los tipos de cáncer.
Este tipo de tumores proceden de las células exocrinas del páncreas, es decir, de las células que forman el jugo pancreático y lo llevan hasta el intestino. En concreto, los últimos hallazgos indican que el tumor se debe a células acinares. Estas células sufren primero la desdiferenciación celular y luego se diferencian en las células ductales. En consecuencia, como estos tumores acaban por tener muchos ducados (vasos que llevan el jugo pancreático), se denominan adenocarcinomas ductales del páncreas.
Aproximadamente el 60-70% de los adenocarcinomas ductales del páncreas se encuentran en la cabeza del páncreas, el 20-25% en el cuerpo o en la cola y el resto dispersos por todo el órgano. Aunque existen diferencias en el lugar del páncreas donde se encuentra el tumor, los síntomas de los pacientes son: pérdida de peso, falta de apetito, dolor abdominal, ictericia (color amarillo en las mucosas, sobre todo en los ojos, por tener una bilirrubina alta), fatiga... Estos síntomas nos indican que la persona está enferma, estos síntomas nos recuerdan que el cáncer de páncreas es "silencioso".
A pesar de estos síntomas, el diagnóstico de esta enfermedad es una tarea difícil para los médicos gastroenterólogos por diversas razones. Por un lado, el páncreas se sitúa anatómicamente detrás del estómago y el intestino, lo que dificulta el diagnóstico mediante técnicas de imagen. Por otra parte, los síntomas de la enfermedad no son muy específicos (a veces la pancreatitis y otros tipos de tumores como el cáncer de hígado tienen los mismos síntomas) y aparecen cuando la enfermedad está avanzada. Por último, no existe un marcador diagnóstico específico de la enfermedad. Por todas estas razones, el cáncer de páncreas, en general, se diagnostica cuando la enfermedad está avanzada y la cirugía no siempre es posible, y la quimioterapia y la radioterapia son poco efectivas.
Sólo el 15% de los pacientes diagnostican tumores cuando todavía es posible su extirpación quirúrgica. En la actualidad, sólo la cirugía ha demostrado que es una verdadera oportunidad para curar la enfermedad. De este porcentaje de pacientes operables, el 75% de los mismos sufre una reaparición, aproximadamente dos años después.
Es decir... muchas veces es tarde... su naturaleza "silenciosa" hace que se diagnostique cuando la enfermedad está avanzada.
Entonces, el objetivo es buscar la esperanza… buscar formas de cambiar lo que uno siente cuando sabe que tiene poco tiempo para cumplir sus sueños. Buscar formas de comunicar la noticia para seguir soñando y quizá incluso para hacer planes cuando haya tiempo.
Necesitamos herramientas que nos permitan diagnosticar precozmente la enfermedad para que los pacientes puedan ser intervenidos y responder a tratamientos antitumorales.
Curiosamente, estudios recientes indican que el tumor exocrino del páncreas tarda al menos diez años en desarrollarse, desde una mutación inicial de una célula hasta que el paciente es diagnosticado de cáncer. Estos datos demuestran que, aparentemente, disponemos de un margen relativamente amplio (de unos años) para desarrollar y mejorar herramientas que nos permitan el diagnóstico precoz de la enfermedad, mejorando así la esperanza de vida de los pacientes. Tenemos tiempo para conseguirlo que un día después del diagnóstico podamos seguir soñando.
Parece evidente, por tanto, la necesidad de investigar comunidades médicas y científicas para facilitar un diagnóstico precoz.
Con este fin, una de las opciones consideradas más útiles es la búsqueda de marcadores moleculares o biomarcadores. Estos marcadores son moléculas biológicas generadas por el tumor y su detección (tanto en sangre como en heces) nos permitiría diagnosticar específicamente la enfermedad en la fase temprana de desarrollo.
En este sentido, y a pesar de que en los últimos años se ha realizado una investigación básica y clínica, el único marcador en la clínica es la glicoproteína CA19-9. Es sensible y poco específico y existe un debate sobre su utilidad para el diagnóstico.
Todavía hay que unir esfuerzos en la investigación para buscar nuevos marcadores, tanto en sangre como en heces o en el jugo pancreático.
Hay que reconocer que la investigación y la inversión que se ha realizado al respecto ha sido escasa por varios motivos: la dificultad de conseguir tejido pancreático para llevar a cabo la investigación, que muchas veces no se opera a los pacientes; la imposibilidad de realizar investigaciones longitudinales, ya que la esperanza de vida de los pacientes es corta; razones culturales y/o económicas hacen que la inversión no sea rentable para las instituciones gubernamentales o farmacéuticas.
Mejorar en este último aspecto sigue estando en nuestras manos. Promover y valorar la investigación es el primer paso para prolongar los sueños de los pacientes. Apostar por la investigación significa tener esperanza para poder hacer planes en el futuro, incluso después de diagnosticar el cáncer de páncreas.
En muchos centros biomédicos del mundo se están llevando a cabo investigaciones que pretenden facilitar el diagnóstico del cáncer de páncreas y desarrollar terapias eficaces para los pacientes. Las nuevas proteínas, los pequeños RNA o las señales de metilación de los genes que ahora forman parte de las investigaciones iniciales pueden ser el futuro del diagnóstico molecular y de la medicina personalizada del cáncer de páncreas. Nuevas moléculas que nos permitirán seguir soñando.