“Gastar muy poco dinero al año puede salvar la vida de muchas personas”. Esta es la reflexión que ha realizado el profesor Nikolaos Nikolaidis en cuanto se ha dado a conocer su invención.
El agua que se bebe en muchas partes del mundo suele estar envenenada con arsénico, lo que genera graves problemas de salud. Esta situación se acentúa en regiones como Bangladesh y Bengal. Para poder consumir agua con certeza, debe contener un máximo de 10 microgramos de arsénico y se han medido valores entre 300 y 4.000 microgramos. Por si fuera poco, y debido a las altas temperaturas locales, cualquier persona que trabaje puede beber entre 15 y 20 litros al día. Las consecuencias son graves por las afecciones cutáneas, la enfermedad renal y, además, la muerte prematura.
Ante este problema el profesor Nikolaidis ha presentado un ingenio sencillo, barato y útil. Un práctico filtro de arena y virutas de hierro. El filtro se ata en el extremo de la fuente de agua; ante el sulfato de bario la oxidasa de hierro reacciona y el arsénico se convierte en arsenopirita. Este producto no se disuelve en el agua y se precipita en el filtro, eliminando así en gran medida el arsénico del agua.