Nos recuerda constantemente que la relación entre fumar y cáncer es estrecha.
Parece ser que la incidencia del cáncer está estrechamente relacionada con el consumo diario de cigarrillos, la edad de inicio de la combustión y la cantidad de humos que se respiran.
El hecho de quemar veinte o más cigarros supone que el riesgo de desarrollar cáncer de pulmón aumenta veinte o más veces, tendencia que no baja hasta tres años después de dejar de fumar.
La mortalidad por cáncer de pulmón entre los fumadores (cien mil personas y año) es de 78,6, mientras que entre los no fumadores es de 3,4.
Las autopsias realizadas en los cadáveres de personas que han fallecido por cáncer y otras causas, nos indican que, mientras que la metaplasia no fumadora del árbol bronquial es 3,8, entre los fumadores es del 99,5%.
El pronóstico por cáncer es extremadamente grave.
La supervivencia, que se tiene en cuenta hasta los cinco años, es del 5% y la mortalidad es del 95%.
Cuando se diagnostica, el 80% de las óperas son ya inoperables y sólo el 20% son operables, pero muchos de estos cánceres no serán extraíbles y sólo el 5% llegará a vivir cinco años.