La influencia del olor en el comportamiento animal es conocida desde hace tiempo. Por ello, las sustancias olorosas vertidas por los animales tienen un papel innegable en el marcaje del territorio, en la identificación de amigos y enemigos y en la búsqueda de un compañero de reproducción. La feromona de los insectos ha despertado la curiosidad de los científicos en los últimos 20-30 años y su estudio, identificación y comportamiento ha generado una gran cantidad de literatura científica.
Las feromonas son moléculas que un animal emite al aire y provocan un comportamiento reflejo en otra especie. Tienen mucho que ver con la reproducción.
Las feromonas de los insectos son las más estudiadas, ya que se cree que, al margen de ser las más sencillas, serán útiles como insecticidas. (Utilizando feromonas de un insecto, los ejemplares de esta especie pueden atraerse a unas trampas y ser eliminados en ellas. Esta vía puede resultar muy adecuada para el control de los insectos, ya que las feromonas, específicas, podrían ocasionar la muerte de insectos de un solo tipo.)
Las feromonas de los mamíferos son más complejas y su estudio plantea grandes dificultades. Además se pensaba que el hombre no tenía feromonas. Esta convicción se debe a que los investigadores Winnifred Cutler y George Preti han identificado dos feromonas del hombre. Las feromonas identificadas han sido el sulfato de deshidroepiandrosterona y el sulfato de androsterona.
La importancia del olfato en el comportamiento sexual del ser humano ha sido objeto de debate desde hace tiempo. En 1886 el fisiólogo Auguste Gallopin escribió que el amor sexual era una interacción de olores. El alemán Wilhelm Fliess intentó demostrar que existe una relación directa entre los procesos olfativos y sexuales. Freud decía que el hombre ha reprimido su olor y su sexualidad. Sin embargo, para otros científicos las feromonas humanas no existían y, según ellos, la corteza cerebral ha sustituido el sentido primitivo del olor en el ser humano. Otros han mantenido opiniones contrarias.
También hay cotilleos sobre este tema. El escritor británico Somerset Maugham decía sobre su amigo H G Wells. Wells no era un hombre guapo, pero las mujeres le seguían. Cuando Maugham le preguntó a uno de los amantes de Wells qué encontraba en él, él le respondió que tenía "olor a miel".
Según Cultler y Preti, las feromonas humanas desempeñan un papel importante como reguladores de la menstruación femenina. Los estudios realizados indican que la presencia masculina regula el ciclo femenino.