Las vacunaciones están estrechamente relacionadas con las guerras. Por ejemplo, el efecto colateral de muchas guerras ha sido la interrupción de la campaña de vacunación que había en aquel lugar y sesión. Por otra parte, antes de ir a la guerra se suelen insertar soldados, ya que los patógenos del campo de batalla pueden ser más letales que las armas del enemigo. Y en las vacunaciones, el lenguaje militar es común: campaña tiene ese aire y últimamente hemos escuchado a más de una autoridad experta«hay que integrarlo como en la guerra».
Las guerras se asocian a los hombres. Sin embargo, en Svetlana Aleksievtx, periodista, escritor y premio Nobel de Literatura, La guerra no tiene rostros de mujer mostró la notable participación de las mujeres soviéticas en la II Guerra Mundial.
Lo mismo ocurre con las vacunas. En el podio de la historia de las vacunas aparecen tres hombres: Edward Jenner, Louis Pasteur, Jonas Salk; científicos que lograron las vacunas contra la viruela, la rabia y la poliomielitis, respectivamente. Pero detrás, o por delante, han sido y son muchas las mujeres que han sido y son fundamentales tanto en la historia de vacunaciones como en el desarrollo de vacunas.
Por ejemplo, 30 años antes del nacimiento de Edward Jenner, la aristócrata inglesa Mary Wortley, en presencia de Constantinoplan, descubrió que las mujeres allí marginadas se endeudaban a los enfermos ligeros y infectaban intencionadamente a los niños. Como consecuencia de ello, los niños sufrían una enfermedad leve y quedaban protegidos frente a futuras infecciones. Decidió hacer lo mismo con su hijo y, cuando volvió a Europa, dio cuenta de esa práctica allí y aquí. Si aquella idea para la que Jenner presentó su vacuna no hubiera sido conocida, quizás no hubiera tenido tanta acogida.
Uno de los miembros más importantes del laboratorio de Louis Pasteur fue su mujer, Marie Laurent. Y el método de cultivo de las culturas bacterianas que Jonas Salk utilizó para desarrollar la vacuna se debe a una mujer, la bioquímica y microbióloga Leone Farrell.
Hoy en día, en el desarrollo de las vacunas del covid-19 también abundan las mujeres. Uno de los más destacados es Katalin Karikó. Tiene 65 años y nació en Hungría, pero sobre todo ha desarrollado su carrera científica en EEUU. Ahora lo consideran la madre de las vacunas basadas en el ARN mensajero en los titulares de los medios de comunicación, pero desde sus inicios y durante muchos años ha trabajado a la sombra sin ningún reconocimiento ni protección.
Fue uno de los primeros en proponer que el ARN mensajero era apto para la realización de vacunas. Y aunque recibió una negativa tras otra, no cesó. Solucionó los problemas del ARN mensajero para su uso en vacunas y trató de desarrollar vacunas contra el SIDA y el cáncer sin la ayuda de grandes laboratorios. Sin embargo, consiguió patentar algún desarrollo.
En 2010 se crea la compañía Moderna adquiriendo una patente basada en el trabajo de Karikón. En 2013, Biontech contrató a Karikó, ahora es subdirector. A finales de 2020- principios de 2021, La Moderna y Pfizer-Biontech han comenzado a vacunarse en Europa y EE.UU. y se están probando vacunas y tratamientos basados en el ARN mensajero, como el ebol, el pulmón o la esclerosis lateral amiotrófica. La obra oculta de Karikón llega lejos.