El 10 de febrero dos satélites chocaron entre sí, el satélite comercial estadounidense Iridium 33 y el satélite de comunicaciones ruso Kosmos 2251 (este último no funciona). La colisión se produjo a casi 800 kilómetros de altitud, y los científicos están preocupados porque los residuos que se generaron a raíz del choque ponen en peligro otros satélites situados a esa altura o por debajo. Entre los situados a la altura del choque se encuentran los satélites que se mueven sincronizados con el movimiento del Sol, y entre los mucho más bajos, la estación ISS, por ejemplo. Por ello, ahora deben seguir unos 500 fragmentos de satélite generados en el choque.