La extinción de especies es un proceso biológico frecuente. En definitiva, al igual que las dos caras de la misma moneda, las destrucciones y la evolución están relacionadas. Sin embargo, al destruir una especie el ser genéticamente irrepetible se extingue PARA SIEMPRE.
Durante el Eon Fanerozoico se produjo la extinción de especies. Muchas de estas extinciones fueron filéticas, es decir, evolucionaron hacia nuevas especies. Pero otras muchas extinciones fueron los terminales, es decir, las especies desaparecieron sin descendencia. Así, se estima que en nuestro planeta habitaron entre 5.000 y 50.000 millones de especies, y en la actualidad puede haber 40 millones de especies, lo que supone el 1% de las existentes hasta la fecha. Esto significa que el grado de supervivencia de las especies es muy bajo, ya que el 99% de las especies ha caducado.
Las terminales de destrucción se producían de forma continua por factores bióticos y abióticos. Sin embargo, en varios momentos de la Historia Geológica se dieron simultáneamente numerosas terminales de destrucción que se convirtieron en masivas. En las Cinco Grandes Extinciones de Fanerozoico, muy conocidas, las terminales masivas de destrucción causaron grandes pérdidas a la biodiversidad. Al final del Período Ordovícico, Devónico, Permiar, Triásico y Cretácico se perdieron numerosas familias y especies para siempre. La mayor de estas cinco extinciones se produjo al final del Período Permiano, es decir, al final de la Era Paleozoica, y el 50% de las familias marinas, incluido el 80% de las especies marinas, se destruyó en esta doble extinción. Más cerca del tiempo, se produjo la destrucción masiva del Cretácico al final de la Era Mesozoica, que acabó con la extinción del 15% de las familias marinas y de los dinosaurios en tierra.
La destrucción de especies puede estar provocada por cambios climáticos, caídas de meteoritos, erupciones volcánicas inmensas, deterioros genéticos, disfunciones demográficas y plagas, entre otros. Sin embargo, la causa de las mayores terminales de destrucción masiva ha sido siempre abiótica, ya que en estas destrucciones no se produce gradiente ecológico.
Por el contrario, aunque las terminales de destrucción son un fenómeno biológico continuo, en la actualidad estamos ante una gran aceleración de este tipo de destrucción. Así, hasta mediados de este siglo, cada año se destruían menos de 10 especies en nuestro planeta. Desde entonces la tasa de extinción ha aumentado exponencialmente y ahora se estima que se destruyen unas 100 especies al día, la mayoría desconocidas para la taxonomía. Dado que el proceso de fosilización es muy aleatorio y de bajo rendimiento, la mayoría de las especies que se están destruyendo en este mismo momento ni siquiera serán conocidas.
Por lo tanto, y viendo la actual tasa de caducidad acelerada, está muy claro que estamos inmersos en una destrucción terminal masiva. Pero esto no es como las Cinco Grandes Extinciones, ya que la causa actual es biótica. Los seres humanos somos los causantes de esta destrucción. Esta destrucción, que ya tiene su marca a nivel biostratigráfico, se convertirá en la Sexta Gran Destrucción, iniciando una nueva forma geológica.
De este modo, los seres humanos podemos ser testigos y actores del final de la Era Zeonozoica si todavía no mantenemos el nivel actual de biodiversidad. Es más, si no frenamos el ritmo actual de destrucción, nosotros también podríamos desaparecer. La forma geológica posterior a esta extinción, que podríamos denominar Era Melontozoica (Griego, Melón = futuro), si alguna especie persiste, formará parte del Eon Fanerozoico. De lo contrario, se incluirá en un nuevo eon el calendario geológico de la Tierra. Pero entonces no habrá paleontología para poder investigar lo ocurrido.