Los investigadores tratan de comprender cómo evoluciona el virus para facilitar su transmisión de persona en persona, evitar la respuesta inmunológica o hacerla más grave o más fluida. Se cree que algunas o todas de estas características pueden producirse en una infección crónica, según un artículo publicado en Nature.
En algunas personas la infección del SARS-CoV-2 aumenta considerablemente, incluso durante meses. En el seguimiento de un caso, los investigadores frotaron que el virus iba cambiando y que muchas de las mutaciones que se producían coinciden con las de las variantes más extendidas. En el caso concreto con las variantes de omicron.
Desde la aparición del COVID-19 y su evolución en la transmisión de la persona a la persona, han llegado a la conclusión de que la evolución ha estado guiada por dos características principales: la capacidad de infectarse y la de huir del sistema inmunológico.
Las infecciones agudas duran entre 1 y 2 semanas, por lo que no hay tiempo para que la variante de una determinada característica se imponga a la otra. En las infecciones crónicas, las versiones con mutaciones diferentes tienen tiempo para competir.
Así pues, el estudio de las mutaciones que se producen en las infecciones crónicas puede ayudar a predecir las variaciones peligrosas que se van a producir, pero reconocen que aún tienen muchos aspectos que aclarar y comprender. Por ejemplo, no se conocen bien las causas de una infección crónica. Una, pura, es la inmunodeficiencia, pero en ocasiones ocurre en personas con un sistema inmunológico sano. Y los antivirales que se adoptan para prevenir casos graves, como Paxlovid, alertan de que si se toman más tiempo de lo necesario pueden generar resistencias.
No obstante, se solicita atención a las personas con infección crónica, incluso con síntomas leves, en primer lugar por su salud y, además, por el conjunto de la población.