Poco después de que la Organización Mundial de la Salud declarara la situación de la pandemia, investigadores británicos propusieron realizar un experimento especial: la infección intencional de voluntarios sanos con el virus SARS-CoV-2 para conocer la evolución y extraer conclusiones. La propuesta avanzó y ahora se han publicado los resultados provisionales.
Las principales conclusiones son: pocos virus son suficientes para infectarse (menos que los que se encuentran en un goteo respiratorio de una persona infectada); el periodo de incubación es de cuatro días; muchos casos son asintomáticos; la carga viral es elevada, incluso asintomática; se replica inicialmente en la garganta y después en la nariz; y las pruebas de antígeno coinciden con la carga viral.
Por otro lado, en algunos de los voluntarios que no se infectaron (no crearon anticuerpos) se encontraron virus, recogiendo una carga viral muy pequeña. Esto significa que el sistema inmunológico de algunas personas es capaz de controlar el virus.
Entre los infectados, la mayoría sintieron síntomas leves, superiores del aparato respiratorio, siendo la pérdida del olfato el síntoma más característico. En general, aunque los síntomas desaparecieron rápidamente, el olfato perduró más (en uno de los voluntarios, durante meses).
Advierten que aunque los tests de antígeno coinciden con la carga viral, al comienzo de la infección lo hacen negativo. Por tanto, los contactos directos de un infectado deben tener cuidado, aunque sea negativo, al menos durante las primeras 24 horas. Por otro lado, los infectados eliminaron el virus durante 6 días y medio de media.
El experimento se realizó con la variante alfa, es decir, con la primera variante que se extendió. Por lo tanto, es posible que las variantes actuales actúen de otra manera. Además, como es lógico, todos los voluntarios eran jóvenes y saludables. Sin embargo, el experimento suscitó dudas éticas.