"Son las cinco de la tarde, me dijo Ana, casi susurrando.
¿Cómo lo sabes?— le pregunté por el siguiente motivo.
Por la proyección del sol en la pared. Se crea un ángulo y, a través de la trigronometría, miro el seno y el coseno, así lo sé. Aprendo astronomía.
Seguimos hablando...».
Así comienza el texto de Emilce Graciela Moler Izarren hautsa. Roberto Taboada, txiolari, ha recordado recientemente que Ana Teresa Diego es una estudiante de astronomía argentina y comunista. En 1976, cuando salía de la Universidad de La Plata, fue secuestrada y destruida por los policías de la dictadura, de 21 años. En 2012 se encontraron sus huesos en un foso común de Avellaneda. Justo unos meses antes, la Sociedad Internacional de Astronomía denominó Anadiego a un asteroide, número 11.441, descubierto en 1975 desde el observatorio El Leoncito (Argentina).
La historia es emocionante y la nominación es una excepción. No sólo porque recuerde a una víctima, sino también porque el homenajeado es una mujer. Porque no es lo habitual, ni el XXI. También en el siglo XX. Por el contrario, el reconocimiento a las mujeres sigue teniendo excepciones.
Prueba de ello son los premios Nobel. El año pasado, por primera vez, dos mujeres, sin compartir con ningún hombre, recibieron un premio de ciencias, el de Química. Emmanuelle Charpientier y Jennifer Doudna son los premiados por el desarrollo de la herramienta para la edición genética CRISPR-Cas9. Y una de las premiadas en física es la mujer: Andrea Ghez. Sin embargo, las mujeres no alcanzaron la mitad de los premiados en ciencias: tres de cada ocho.
Fueron una excepción. Con ellas, en la historia de Nobel, 24 mujeres han sido premiadas. Los hombres, por su parte, son 606. Es decir, las mujeres no llegan al 4%. Y en los últimos años la tendencia no ha cambiado. Este mismo año muchos esperaban que Katalin Karikó, la madre de las vacunas de ADN, estuviera entre los premiados, pero al final, de los siete premiados, los siete son hombres.
Los premios Nobel son norma y modelo, por lo que la discriminación se repite en otros reconocimientos y no se aprecian grandes indicios de rechazo a los criterios machistas.
Por ejemplo, durante unos meses ha habido dudas sobre si la NASA cambiaría el nombre del telescopio James Webb. Este telescopio es el sustituto del prestigioso Telescopio Espacial Hubble y será puesto en el espacio en diciembre. La NASA decidió convocar a James Webb en honor al funcionario gubernamental responsable de la NASA entre 1961 y 1968 por impulsar el programa Apollo.
Sin embargo, en mayo, más de 1.200 personas, entre ellas los astrónomos que van a utilizar este telescopio, firmaron una solicitud de cambio de nombre por discriminación de las personas LGTBI. En los años 50 y 60 publicó gays y lesbianas por su orientación sexual. La NASA prometió investigar la denuncia y acaba de pronunciarse: no ha encontrado evidencia de LGTBIfobia y no ha cambiado el nombre del telescopio. No hay excepciones.