Me duele en el corazón

Galarraga Aiestaran, Ana

Elhuyar Zientzia

“Me duele el corazón”, dice uno, para hacer comprender a su amigo el tamaño del dolor que siente, es tan profundo y verdadero. A otro le ha anidado la rabia en las tripas, y él está a punto de romper la cabeza, preocupado.

Estos ejemplos demuestran que los sentimientos tienen su lugar en el cuerpo, al menos algunos. Pero, ¿hasta qué punto son metafóricos? ¿Por qué asociamos algunos sentimientos y emociones a determinadas partes del cuerpo: porque hemos aprendido a decirlo así, o realmente nuestro cuerpo, a través de las señales físicas, expresa la cualidad de un sentimiento o una emoción? ¿No todos ocurren en el cerebro?

La Universidad Turku de Finlandia lleva años investigando la relación entre las emociones y el cuerpo, y no hay duda de que los sentimientos tienen su lugar en el cuerpo. Es más, recientemente se ha presentado el mapa de sentimientos.

Para completar el mapa se ha analizado la información de más de mil participantes. Por un lado, han recogido mediante encuestas sus opiniones subjetivas y, por otro, han realizado un análisis de los datos de la actividad cerebral. Con todo ello, han clasificado los sentimientos y las emociones y han visto dónde se encuentran.

Así, atendiendo al origen de los sentimientos, los han dividido en cinco grupos: los producidos por las emociones positivas, los que provienen de las emociones negativas, los derivados de los procesos cognitivos (que se producen al oír o recordar algo, entre otros), los provocados por la situación somática (que aparecen cuando estamos enfermos) y los homeostáticos (como el hambre o la sed).

¿Y qué lugar ocupan en el cuerpo? En general, cuanto más próximos sean dos sentimientos, más próximos están en el mapa. El lugar de algunos se conoce fácilmente: hambre en el vientre, sed en la garganta y razón en la cabeza. Otros, en cambio, son menos senos: la solidaridad y el reconocimiento (sentimientos positivos), y la culpa y la desesperación (negativos), se sienten sobre todo en el corazón, pero también en la cabeza y en el vientre. Lo mismo ocurre con el deseo y la fatiga, que a pesar de ser opuestos se sienten en el mismo lugar: en todo el cuerpo.

Por otro lado, el autocontrol se siente en la cabeza y en las manos, y también tiene cabida la ira y la ira. De hecho, es habitual mover las manos al expresar enfado.

Por lo tanto, los investigadores concluyen que los sentimientos están materializados. En su opinión, es posible que en la evolución haya surgido sentimientos para transmitir al cuerpo información sobre sí mismo y sobre el medio; para que sepa que está enfermo o que hay una situación que le beneficia… Además, han destacado que las emociones positivas están relacionadas con el bienestar, y viceversa, los negativos se relacionan con las enfermedades. Por lo tanto, un buen conocimiento de esta relación puede contribuir al bienestar físico y psíquico.

Publicado en Berria

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