Nuevas plagas

Antiguamente los ecologistas decíamos que en Euskal Herria se estaba extendiendo la epidemia del "síndrome del puerto deportivo". No se da cuenta de que eso era un síndrome de otra enfermedad mucho más grave, la "fobia contra los espacios naturales".

Muchas veces pensamos que somos los tipos más salobres, claros y rápidos de este trozo de tierra. En este país, cualquier área cree que, después de vestir la corbata y conseguir el escaño de alcalde o diputado, es a la vez ingeniero, arquitecto, economista, experto en temas medioambientales y hijo mayor del pueblo.

En este sentido, los nuevos Einsten trabajan como un territorio y como un continente el País Vasco. En cada localidad hay que ser de todo: al menos un polígono industrial, once hoteles, hipermercado, puerto deportivo, un par de campos de golf... Es indiferente tener una población de mil personas o tener los mismos servicios en la vecina. Un pueblo que aquí no está bien degradado no merece el nombre de pueblo. Y además, en las instituciones generales predomina la falta de coordinación y sensibilidad.

Por lo tanto, estos "artistas" decidirán en el momento en qué zonas tienen valores y cuáles son las más adecuadas para su exageración, casualmente siempre con interés especulativo. La lista de ejemplos es inagotable: En el río Urumea de San Sebastián se proyectará un buen tramo para el "parque" (y sus casas, claro); en Zumaia la marisma de Santixoko no tiene valles (lo ha decidido el alcalde) y se puede construir un muelle deportivo; en Plentzia, por supuesto, el muelle deportivo en la marisma de Txipio erá el parque de Lau Haixeta, pero para que sea más atractivo se instalará un hipermercado y unos andamales en la zona del río de alta tensión; en la zona del río Jaizkibel; en la zona de la zona de la zona del río Jaizkibel; en la zona de Orio-alto. Y detrás de todo el fantasma del Tren de Alta Velocidad.

Baian Euskal Herria es muy pequeña y nuestro territorio no puede aguantar ese derroche. No hay espacio para llevar a cabo tantos proyectos de ocio, ni para tirar una fortuna de este tipo, ya que estos pellokeres son muy caros. Da igual. Quien hace diez días no entendía nada hará inmediatamente un diagnóstico de los problemas del pueblo, en el que no podrán entrar grupos sociales y ecologistas, técnicos, diputaciones o gobiernos: cada pueblo, cada departamento, el reino y los enemigos del entorno. Creo que en la era neolítica las cosas estaban exactamente igual.

Parece que nadie es capaz de responder a este problema. Yo diría más: entre nosotros no se ve todo esto como un problema y la prueba de ello es la ausencia de la Agencia Ambiental especial de todos estos años, o la indiferencia de la justicia y con ella de toda la sociedad. Al fin y al cabo, cada pueblo tiene los políticos y paisajes que merece.

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