Han pasado ocho años desde que un terremoto primero, y los tsunamis después, destruyeron la central nuclear de Daiichi y se produjo la catástrofe nuclear. Se tomaron medidas de emergencia y de largo plazo, pero las consecuencias siguen siendo evidentes.
La propia central es testigo de lo ocurrido. Todavía no han podido ser demolidas debido al riesgo que supone la demolición. Hay que tener en cuenta, entre otras cosas, que los reactores Daiichi 1 y 2 están fundidos y que contienen en su interior el combustible nuclear mezclado con otros materiales.
Así, aunque la compañía propietaria de la central, TEPCO, tenía que iniciar el derribo este mes, finalmente ha retrasado el inicio de las obras hasta mayo. Mientras tanto, a través de los robots se está estudiando la situación para saber lo que van a encontrar lo más exactamente posible. TEPCO difundió el mes pasado las imágenes de los reactores.
En el exterior de la central hay 900 tanques con más de mil toneladas de agua contaminada por la radiocatibidad. De vez en cuando los grupos responsables del medio ambiente denuncian la existencia de vertidos, pero rara vez las autoridades han aceptado que se han producido. Sin embargo, los investigadores que miden la radiactividad marina no dudan en afirmar que la central está en continuo derrame.
Sin embargo, la última nota publicada por el Ministerio de Asuntos Exteriores de Japón indica que la radiactividad medida está por debajo del límite máximo permitido. Es más, indica que aunque las primeras mediciones se realizaban todos los meses, desde abril de 2017 sólo se realizan cuatro veces al año, ya que últimamente no se han medido incidencias ni en el mar ni en el entorno de la central.
Sin embargo, la radioactividad sigue siendo una fuente de preocupación, y prueba de ello es la abundancia de artículos publicados en revistas científicas especializadas en la materia, especialmente en el ámbito médico.
El doctor Sae Ochi, de la facultad de medicina de la Universidad de Tokio, ha subrayado la importancia de estos artículos y ha afirmado que es imprescindible recoger la evolución del estado de salud, no sólo para preservar la salud de la población actual, sino también para el futuro. Asimismo, apuesta por compartir información. “Todavía queda mucho trabajo por hacer”, ha afirmado.
Mientras tanto, algunos de los que fueron obligados a abandonar sus hogares tras el accidente ya tienen permiso para volver, aunque no todos han tomado la decisión con buena voluntad, ya que el gobierno japonés ha subido el límite de la dosis segura de radiactividad de un milisiervert (lo habitual) a 20 al año (lo mismo que los trabajadores de las centrales nucleares).