El Gobierno japonés quiere, entre otras cosas, reforzar la investigación de herramientas y robots para la demolición y, por otro lado, poner en marcha cuanto antes los reactores que ahora están parados.
Antes del desastre, Japón obtenía el 30% de la electricidad de centrales nucleares. Sin embargo, desde entonces 48 de los 50 reactores que se encuentran en buen estado en el país se encuentran inactivos. En su lugar, el gobierno anunció su intención de abrir instalaciones basadas en energías renovables para aprovechar la energía solar, eólica y de las olas. Sin embargo, parece que tampoco quiere descartar la energía nuclear, y la central quiere acelerar la adaptación a las nuevas medidas de seguridad.
En este sentido, además de en las centrales, deben realizar adaptaciones en las proximidades. Si antes los planes de evacuación se implantaban en localidades situadas en un radio de 10 km, ahora el radio se ha ampliado a 30 km. Y todo ello sin perjuicio del cierre definitivo de tres centrales, construidas sobre fallas.
Al margen de la energía y la economía, la salud también es una fuente de preocupación para el Gobierno. Recientemente, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha publicado un informe sobre las consecuencias para la salud de la catástrofe de Fukushima. En particular, el informe destaca el aumento del riesgo de cáncer entre los niños en el momento de la catástrofe.
De hecho, las mujeres presentan un riesgo de tumores sólidos de un 4% superior al normal y un 6% superior al normal para tener mama. Los hombres, por su parte, tienen un riesgo de leucemia un 7% superior al normal. Pero el riesgo se ha incrementado sobre todo en el cáncer de tiroides, que es un 70% superior al normal en mujeres.
El informe también hace referencia a los trabajadores que estuvieron en situación de emergencia, de los cuales un tercio tienen mayor riesgo de cáncer que la población normal.
Por otro lado, el estudio del Departamento de Salud de Fukushima ha puesto de manifiesto que, además de medir el impacto de la radiación en la salud, la situación psicosocial puede tener efectos negativos sobre la salud y el bienestar.
Según el estudio, la ansiedad, la depresión y el estrés post-traumático se han convertido en alteraciones habituales en la zona de Fukushima. El estudio, en el que han participado más de dos millones de personas, analiza la salud mental y realiza estudios de tiroides y seguimiento de recién nacidos y partos.Además, realizan estudios generales, sobre todo a las personas que fueron expulsadas de la zona de evacuación, con el fin de diagnosticar y prevenir a la mayor brevedad posible los problemas que pueden verse afectados por el cambio de vida.
Todos estos datos han sido publicados por el Departamento de Sanidad de Fukushima, a través del cual, junto a la reivindicación de la transparencia, los responsables han mostrado la esperanza de que sean útiles para otros.