El aumento del número de positivos, no sólo en España, sino también en Francia y Alemania, ha hecho que se endurezcan medidas para evitar la transmisión del virus. Sin embargo, está por ver si será suficiente para frenar la peste, no sólo porque las propias medidas pueden no ser lo suficientemente efectivas, sino porque en cierta medida se está debilitando el deseo de cumplirlas.
De hecho, el director europeo de la Organización Mundial de la Salud, alertó la semana pasada de que muchos europeos están cansados y desesperados de la situación. Precisó que estudios realizados en diferentes lugares han demostrado que más del 60% padecen fatiga emocional o apatía por culpa del covid-19. Por lo tanto, pidió a los gobiernos que investiguen sobre la situación psicológica de la población y que les ofrezcan posibilidades de relación social.
Paralelamente, ha recomendado a las autoridades que en sus estrategias de lucha contra la peste, además de la perspectiva de salud pública y medicina, tengan en cuenta el conocimiento de otros ámbitos como la filosofía, la historia, las ciencias sociales e incluso la teología. Afirmó que se podrían diseñar medidas más aceptables teniendo en cuenta las necesidades científicas, sociales y políticas, y para ello se consideró imprescindible la participación ciudadana.
Mientras tanto, muchos tienen la esperanza vacunada. En estos momentos hay 11 en la tercera fase, de las cuales 5 ya se están dando a grupos concretos de población. Sin embargo, algunos científicos han expresado su preocupación en la revista Nature. Según él, tres son las principales preocupaciones: la seguridad de las vacunas y la transparencia de las sesiones clínicas; la intervención de los políticos; y la eficacia de las vacunas.
La revista ha recordado el problema de las vacunas que se están desarrollando conjuntamente entre AstraZeneca y la Universidad de Oxford: dos voluntarios tuvieron graves efectos colaterales durante un periodo de interrupción de las sesiones clínicas y después han continuado con sus investigaciones. Según la compañía, los problemas de salud de los voluntarios no fueron consecuencia de la vacuna, pero según los científicos que aparecen en la revista, las explicaciones que han dado no son suficientes.
Los científicos también están muy preocupados por el comportamiento de los políticos y de Trump en particular. Los resúmenes que ha creado para acelerar la investigación de las vacunas y aceptar ciertos tratamientos han llevado a un lugar equivocado: la confianza en la vacuna ha disminuido considerablemente entre la población y los tratamientos no han sido efectivos.
Por último, en la investigación de la vacuna se considera aceptable una eficacia del 50%. Sin embargo, su objetivo es alcanzar una eficiencia del 60%. Pero aún alcanzando el objetivo, no es suficiente para conseguir la inmunidad grupal, para lo que la posible vacuna debería tener una eficacia del 80% e incluir a todos los que puedan recibir.
No obstante, sin llegar a ello, una vacuna sería de gran ayuda para controlar la plaga y facilitar la vida. Por el momento, y hasta que las autoridades no diseñen otro tipo de estrategias, habrá que hacer más esfuerzo que hasta ahora para cumplir las medidas. Por ejemplo, es más difícil hacer algunas cosas fuera que en verano. Por ello, conviene no olvidar que el riesgo de transmisión del virus al aire libre es mucho menor que en el interior. Sabemos mantener el equilibrio entre decepción y esperanza.