Para poder conquistar los planetas de las estrellas de nuestro entorno para el ser humano, en varias ocasiones se ha lanzado la idea de construir grandes naves espaciales, un mundo pequeño. En estos grandes barcos se multiplicarían los hombres y sus animales y sus cosechas y, de generación en generación, los herederos de los que abandonaron la Tierra tras su viaje.
Para llegar a las estrellas inaccesibles, esta idea es una tentación. Sin embargo, sólo puede quedarse en eso, en una idea tentadora si se confirman las conclusiones de algunas de las sesiones que se celebraron el pasado mes de abril en el "Spacelab 3". Durante siete días, jóvenes ratas que vivieron en el espacio, perdieron masa y dureza ósea.
¿Qué significa esto? Si trasladamos el problema a los límites de los hombres, esto significa que los niños nacidos en el espacio serían pequeños y gruesos. Además, el esqueleto de los niños nacidos en el espacio no podría mantener gravemente su peso.
En palabras de la investigadora de la NASA, Sarah Arnaud, "El ser ideal para vivir en el espacio será redondo, sin huesos largos y rígidos". Por lo tanto, y en consonancia con lo anteriormente mencionado, sería lamentable que quienes viajan en alguno de estos barcos gigantes, tras once años, no puedan aprovecharse al llegar a un planeta. No aguantarían su peso por gravedad.