Los hombres fumadores pueden transmitir problemas no sólo a sus hijos, sino también a generaciones futuras. Así lo afirmaba en una conferencia del bioquímico Bruce Ames en Melbourne.
Ames hizo referencia a varios estudios realizados en Carolina del Norte. En estos estudios se revisó la situación de 15.000 niños nacidos entre 1959 y 1966. Se observó que el número de labios colgantes o corazones defectuosos entre los hijos de los que fumaban más de veinte cigarrillos diarios era el doble que el de los hijos de los que no fumaban, y que el riesgo de nacer con una uretra estrecha era dos o dos veces más que el de los hijos.
En otro estudio se analizaron 220 jóvenes con cáncer menor de 14 años. En esta investigación se obtuvieron los siguientes resultados: entre los jóvenes que sufrieron leucemias o cáncer de nodos linfáticos, los que habían sido padres fumadores eran el doble que los que tenían un padre que no fumaba.
“Creo que existe una relación directa entre los defectos de nacimiento, el cáncer infantil y los fumadores”, señalaba Ames. Añadió que sobre las hembras no se podía decir lo mismo.
Muchos de los daños producidos por la quema se deben a la oxidación del material contenido en el cigarrillo encendido. El oxígeno libre es muy reactivo y puede causar un gran daño al ADN. Algunos subproductos del metabolismo como el superóxido son hidróxidos radicales y peróxido de hidrógeno, mutantes. Oxidizan el ADN, produciendo en algunos puntos de la molécula las llamadas “lesiones de oxidación”. Esto puede ocurrir 10.000 veces al día, pero normalmente las enzimas reparan las partes dañadas. Los problemas se producen cuando la oxidación es más rápida que la reparación.
La sangre contiene antioxidantes como la vitamina C, la vitamina E y el beta-caroteno. Estos antioxidantes se utilizan en los fumadores para neutralizar compuestos oxidables. Para que los fumadores puedan mantener la vitamina C en su sangre deben consumir tres veces más esta vitamina. Esto no es posible, por lo que la concentración de antioxidantes disminuye en las células humanas, aumentando el riesgo de lesiones en el ADN.
Además, sobre todo, la oxidación puede causar daños en las células de esperma provocando alteraciones genéticas.