En base a la similitud que tienen algunas características de los cetáceos con los nuestros, algunos investigadores la intención de realizar un traductor de inteligencia artificial. - Ed. Annabel Beichman
La única especie que tiene la capacidad de hablar sobre si el ser humano es una cuestión ancestral. La propia pregunta tiene un marcado carácter antropocéntrico, pero, sin entrar en ese debate, es innegable que muchos seres vivos tienen complejos sistemas de comunicación, y muchos científicos intentan investigarlos y comprenderlos.
Los cetáceos, por ejemplo, suscitan gran interés, ya que su forma de comunicación, en algunos aspectos, es comparable a la nuestra. Pues bien, algunos investigadores, basándose en estas similitudes, están creando sistemas de devolución del lenguaje de cetáceos y otros animales a través de la inteligencia artificial.
El objetivo es que, al igual que el traductor automático Elia de Elhuyar traduce entre seis lenguas (euskera, castellano, francés, inglés, catalán y gallego), la comunicación vocal de estos animales se convierta en lengua humana. Entre los animales investigados se encuentran los delfines y otros cetáceos, elefantes y primates grandes.
Uno de estos proyectos, denominado CETI, tiene como objetivo devolver la comunicación de los cachalotes. Y es que, según CETI, los cachalotes y los seres humanos tenemos semejanzas increíbles. En primer lugar, como nosotros, viven en sociedades matriarcales y multiculturales, mantienen los lazos familiares de generación en generación y los grupos tienen dialectos diferenciados. Las observaciones han demostrado que tienen un pensamiento consciente y que son capaces de planificar el futuro. Dicen que también sienten compasión, amor e intuición, y que sus vocalizaciones tienen una estructura de código, similar a la morse.
De hecho, el primer paso del proyecto CETI consiste en grabar el mayor número de vocalizaciones posibles, ya que los traductores automáticos se basan en la abundancia de datos: cuantos más datos tengan, mejor resultado.
Pero, según otros científicos, el problema no es tanto el número de datos que utilizará el sistema, sino la interpretación errónea derivada de la visión antropocéntrica que tenemos interiorizada. Es habitual que los animales se antropomorficen, es decir, que se hagan humanos y que comprendan mal los gestos y sonidos similares a los nuestros. Y la inteligencia artificial no resuelve este problema, ya que es originada por los seres humanos.
Por ejemplo, al ver una toalla agitando la aleta pectoral, nos parece que se está saludando, porque nosotros utilizamos ese gesto para despedirnos. Sin embargo, es un gesto agresivo. En cuanto a los sonidos, los delfines comunican con sonidos muy variados: vocalizaciones, txistus, calamares, vibraciones... así como golpes y saltos en el agua con aletas y cuerpo. Pero no todos los sonidos que emiten tienen como objetivo expresar nada a los demás: a través de la ecoloquiación son capaces de ver el tamaño, la forma y la densidad de las estructuras del medio. Incluso pueden recibir señales de otros individuos y, por tanto, ver lo que otros ven mediante señales acústicas.
Está claro que, aunque en algunas características los cetáceos y los seres humanos son similares (o asimilados), sus formas de comunicación, percepción del medio y comportamiento son muy diferentes a las humanas. Y las diferencias son aún más notables si se compara con otros grupos de animales, incluso con los que son evolutivamente más cercanos. Por tanto, en algún momento será difícil desarrollar un traductor automático de estas características, tal vez imposible.