Jacques Boucher de Perthes: El descubrimiento de la prehistoria

Etxebeste Aduriz, Egoitz

Elhuyar Zientzia

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Ed. Manu Ortega Santos

En 1859, los británicos Joseph Prestwich y John Evans viajaron al norte de Francia, en Abbeville. Sus oficios eran el comercio del vino y el papel, respectivamente, pero aunó sus pasiones con la geología, sobre todo en lo que luego se conocería como arqueología. Evans y Prestwich fueron uno de los mayores expertos en la materia.

En Abbeville, Jackes visitó a Boucher de Perthes, ya que sus descubrimientos y las hipótesis que estaba planteando estaban desmoronando. Encontró una serie de piedras que, al parecer, habían sido construidas por el hombre y que demostraban que el ser humano era mucho antes de lo que decían los cálculos basados en la Biblia. Hasta entonces, pocas personas tomaron en consideración estas ideas.

Boucher de Perthes nació en una familia aristócrata. A los 14 años de edad, su padre ingresó en el Servicio de Aduana, al comprobar que no tenía ninguna intención ni intención de estudiar. Trabajó en Italia durante seis años y volvió a Francia. Pero para entonces ya tenía muy claro lo que iba a hacer en el futuro: casarse y ser un poeta y un famoso escritor teatral. Pero nunca se habría casado, y tampoco en literatura tuvo ningún éxito.

Era un hombre excéntrico, alto, hábil en el deporte, nadaba todos los días en el río (costumbre muy rara en aquella época). Bebía sólo agua, le daba lo mismo que comer y dormía tan bien como en la cama. Se consideraba la más bella de una familia de Eder. Amable, agradable y generosa. Hablaba con todo el mundo amablemente, incluso con las personas más inocentes y desconocidas.

Publicó un total de 49 libros sobre temas tan diversos como las ventajas del libre comercio, la reforma de las administraciones gubernamentales, las medidas para mejorar las condiciones de vida de los pobres y la igualdad de derechos de las mujeres. Y financió escuelas para promover la educación de los pobres.

En 1825 toma el puesto de su padre en Abbeville, jefe de aduana. La pasión por la arqueología surgió en aquella época. Y en eso influyó mucho el nuevo médico que vino a la ciudad: Dr. Casimir Picard. Fueron grandes amigos, que le introdujo la curiosidad y la pasión por el tema de la antigüedad del ser humano, hasta el punto de convertirse en obsesión. Y es que, para entonces, algunos investigadores empezaron a encontrar indicios de que el hombre podía ser mucho antes de lo que decía la Biblia. Uno de ellos fue John Frere, que encontró en el sur de Gran Bretaña varias piezas de piedra labradas por el hombre.

El mismo Boucher de Perthes encontró en 1838 las primeras piezas de cantos rodados en Abbeville. Y en los años siguientes descubrió más utensilios de piedra, junto con huesos de grandes mamíferos desaparecidos. Entonces, emprendió con entusiasmo la defensa de que estos instrumentos estaban hechos por el hombre antes de las inundaciones. Antiquités celtiques et antédiluviennes recogió aquellos descubrimientos e ideas.

Ed. Manu Ortega Santos

Si contó con la ayuda de su amigo Picard, quizás se le valorara más, pero murió en 1841 por neumonía. A diferencia de Picard, Boucher de Perthes trabajaba con poco rigor científico. Tampoco encontró las piezas, las compraba al personal de la cantera. Y ellos, junto con las piezas reales, le metían muchas de ellas. Además, las interpretaciones de Boucher de Perthes tenían mucho de imaginación y romántica. Por ejemplo, interpretó los emotivos como objetos simbólicos, en lugar de como instrumentos, y creyó que algunas sangrías de los instrumentos eran inscripciones. La obra de Boucher de Perthes adolecía de importantes errores y deficiencias metodológicas.

Todo ello no le ayudó a difundir ideas tan rupturistas. Al fin y al cabo, estaba plenamente aceptado, como calculaba el obispo James Ussher, cuando el hombre sólo tenía 6.000 años.

Casi todos los científicos franceses se enfrentaron, fueron duros críticos y despreciaron. Para la Academia de la Ciencia los hallazgos de Boucher de Perthes eran sólo piedras sencillas. No estaban para atender sus ocurrencias. El mismo Darwin dijo que el libro de Boucher de Perthes era “basura”.

Pero, con la visita de Prestwich y Evans, las cosas comenzaron a cambiar. Además de conocer la colección de Boucher de Perthes, tuvieron la oportunidad de ver in situ un emotivo y fotografiarlo en la cantera de Saint Acheul. Los dos estudiosos ingleses le dieron la razón Boucher de Pertbarrera, piedras labradas por el hombre que, al estar junto a fósiles de mamíferos caducados, pertenecían a su misma época, mucho más viejos que los 6.000 años. Lo mismo hicieron otros expertos posteriores en Abbeville, entre ellos el prestigioso geólogo Charles Lyell. Y es entonces cuando los franceses empiezan a aceptar la obra de Boucher de Perthes.
Además, cada vez se encontraban más piezas y fósiles de cantos. El hallazgo podría confirmar la obra de Boucher de Perthes, que llegó en 1863, cuando descubrió, junto a unos útiles de piedra, una mandíbula humana en Moulin-Quignon, cerca de Abberville. Debía pertenecer a un hombre anterior a la Gran Inundación. Éste era el gran descubrimiento que soñaba Boucher de Perthes.

Pronto se aclaró, sin embargo, que se trató de un fraude, cometido por un obrero de la cantera, para recoger el premio que había concedido a quien encontraba fósiles humanos.

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