En general, todas las drogas abusivas provocan sensación de bienestar. "La cocaína, la heroína, las anfetaminas, el alcohol, etc. provocan un aumento de la concentración de dopamina en el cerebro", afirma Koldo Callado, profesor de farmacología de la Universidad del País Vasco. Esto se produce en la zona en la que se procesa la recogida de premios en el cerebro. En este camino, como el principal neurotransmisor es la dopamina, al aumentar la concentración de dopamina se excita exageradamente esta región y el consumidor tiene más sensación de bienestar de lo normal.
En el estudio de la revista Nature Medicine, investigadores de la compañía biofarmacéutica Gilead Sciences han propuesto la sustancia denominada disulfiran para eliminar este bienestar. Los investigadores han explicado que el disulfirán interrumpe la síntesis de dopamina en el cerebro. En realidad, inhibe la enzima aldehído deshidrogenasa, que no participa en la síntesis de dopamina, sino en la degradación de la dopamina. Pero si la degradación no se produce correctamente, aumenta la concentración de sustancias intermedias, lo que sí interrumpe la síntesis de más dopamina.
Son muchas, al igual que lo publicado en la revista Nature Medicine, las sustancias desarrolladas para evitar la sensación de bienestar que provocan las drogas. Siguiendo con la cocaína, hasta hace poco han tenido una gran esperanza en la vacuna desarrollada con el mismo objetivo. Para la producción de la vacuna se unieron a unas proteínas sustancias similares a la cocaína para que al introducirse en el cuerpo el sistema inmunitario formase anticuerpos contra ellas.
Una vez creados los anticuerpos, si el individuo vacunado toma cocaína, los anticuerpos los conocen y se unen a él. Se forma una macromolécula grande al unir cocaína y anticuerpo, siendo imposible cruzar la barrera hematoencefálica a la cocaína. Si no llega al cerebro no puede influir.
Los ensayos clínicos iniciales con la vacuna dieron buenos resultados. "La sesión clínica más importante se publicó en 2005 y parecía influenciada por la vacuna; los participantes tenían seis meses de anticuerpos", explica Callado. A partir de entonces se han multiplicado los ensayos, pero la esperanza generada inicialmente ha disminuido en gran medida: "Los resultados que he escuchado en los últimos congresos no son tan buenos, parece que el efecto inicial no dura mucho y la eficiencia no es tan alta como se pensaba al principio".
El hecho de que las drogas ingeridas no sientan ningún bienestar puede ayudar a luchar contra la drogodependencia. "Bienvenido a todas las sustancias que tienen este efecto y que vengan muchas más", explica el psicólogo clínico Iñaki Lorea. Lleva muchos años trabajando con personas adictas a las drogas y sabe cómo influyen unas y otras.
De hecho, la búsqueda frecuente de esta gran sensación de bienestar puede hacer que se haga dependiente de las drogas. "La gente aprende, por ejemplo, que con drogas de diseño puede pasar todo el fin de semana de juerga y danza sin cansarse. Eso les lleva a tomar drogas una y otra vez", explica Callado.
Sin embargo, a partir de un momento dado, el cuerpo se adapta, se acostumbra a recoger estas sustancias, y lo que inicialmente era un incentivo positivo se convierte en una sustancia imprescindible y negativa. "Al escuchar la historia de los adictos a las drogas, he visto que sólo en los primeros años se sienten el refuerzo y el bienestar al tomar drogas", explica Lorea. Posteriormente se automatiza el comportamiento ante el consumo de drogas.
A partir de ahí, por tanto, otras son las motivaciones que llevan a los aficionados a tomar drogas. Como dice Lore, "entre los expertos se dice que el abuso de drogas secuestra los circuitos neuronales que procesan la motivación humana". Y estos circuitos no son de ningún tipo. Son los mismos circuitos que nos permiten mantener vivos a los seres humanos. Es decir, circuitos que nos motivan para comer, beber y tener relaciones sexuales.
Lorea pone el siguiente ejemplo ilustrativo: "Imagina que llevas dos días sin comer (en realidad los seres humanos estamos diseñados para vivir en este tipo de entornos de escasez). De repente, te sale la oportunidad de llevar algo a la boca. Cualquier otra cosa que te rodea pierde importancia y tu prioridad principal es conseguir comida. Esta selección de preferencias la realiza una zona del cerebro que te hace sentirte bien cuando lo has hecho, es decir, cuando te has comido, te has bebido o has tenido relaciones sexuales".
Al actuar sobre la misma región del cerebro, las drogas provocan una motivación similar a las personas que dependen de ellas. "Por ejemplo, un drogadicto sabe que tiene una cita con su familia y que si no aparece tendrá problemas con ellos. Sin embargo, no aparece y en su lugar va a comprar droga", ha añadido Lorea.
Sin embargo, es cierto que no todas las personas que prueban drogas se convierten en dependientes, "suelen tener una cierta tendencia genética a hacerse dependientes o a tener problemas en algún aspecto psicosocial... En general son enfermedades muy complejas", explica Callado. Por tanto, los expertos han dejado claro que para la correcta curación de las adicciones es imprescindible la realización de tratamientos completos. Programas completos que integran psicoterapias, atención familiar y, en su caso, recursos sociales. Todos ellos se acompañan de psicofármacos.
Existen una gran variedad de sustancias farmacológicas que ayudan a superar las adicciones y que pueden ser utilizadas en diferentes fases del tratamiento, ya que cada una de ellas tiene un efecto concreto. En la disulfiria, por ejemplo, que reduce o apaga totalmente el efecto de la cocaína, el propio medicamento se utiliza desde hace tiempo para tratar el alcoholismo. Sin embargo, su influencia en uno y otro es muy diferente.
La enzima inhibida por la disulfirana, el aldehído deshidrogenasa, es también una enzima que participa en el metabolismo del alcohol. Por tanto, la inhibición interrumpe el proceso de rotura del alcohol y, en concreto, se produce la acumulación de acetaldehído. Esto produce un efecto llamado antabus: la persona que ha bebido el alcohol se pone de rojo a rojo, siente calor, dolor de tripa, náuseas, mareo... es un efecto muy agresivo, capaz de disuadir a quien tiene la tentación de beber.
"Yo tengo muy buena experiencia con el disulfirán, muchas veces ha dado buenos resultados", dice Lorea. Eso sí, con cualquiera no se puede. "Hay que usarlo con pacientes que quieren dejar de beber y, al menos en parte, están equilibrados, no con los afectados por el síndrome de abstinencia", ha añadido.
La presencia de sustancias conocidas que ayuden a liberar de las drogodependencias es la metadona. Su perfil farmacológico es el mismo que el de la heroína, pero es asumido de forma controlada por los drogodependientes, es decir, saben qué, cuánto y cómo se están tomando y lo hacen en un entorno sanitario. Por otro lado, también hay medicamentos para tratar el síndrome de abstinencia que suele aparecer cuando empiezan a dejar aficiones. A día de hoy existen tratamientos para reducir los síndromes de abstinencia por heroína, opiáceos en general y alcohol. No existen, por ejemplo, para la cocaína.
Otro síndrome difícil de superar en el proceso de abandono de drogas es el deseo de tomar drogas. Durante varios meses o años después de haber abandonado la droga, y sobre todo en determinadas circunstancias, se produce este gran deseo. Es muy habitual, por ejemplo, escuchar a los fumadores “ya no fumo, pero después de comer tengo ganas de quemarme”.
Detrás de este entusiasmo se encuentran los comportamientos que surgieron y aprendieron cuando estas personas consumían. Un comportamiento es actuar de una manera ante una situación determinada. Si alguien que se libera de una determinada drogadicción se encuentra en una de las situaciones estudiadas, tenderá a tener un comportamiento aprendido. "Estos procesos mentales son muy complejos y el 80% de los que empiezan a consumir empiezan por esa ansia que sienten de vez en cuando", explica Callado.
Para que este deseo no induzca a los pacientes a volver a consumir, los profesionales recurren a la psicoterapia. La clave es la resolución de este condicionamiento. Entonces, al trabajar con los pacientes y, en ocasiones, acompañando a sustancias que reduzcan esa pulsión, les explican que cuando están en una situación concreta tendrán ganas de tomar la droga, que en un principio aumentará, pero si se consigue desviar la atención y se consigue esperar, finalmente disminuirá.
Los medicamentos que se han desarrollado, los que están en vías de desarrollo y probablemente los que van a desarrollar en el futuro, por lo que "sí que ayudan, pero no van a ser soluciones definitivas" para los que dependen de alguna droga, según Lorea. De hecho, son personas que han modificado, en mayor o menor medida, la estructura y funcionamiento propios del cerebro. Así que, según Callado, "hay que hacerles ver a través de las psicoterapias que su comportamiento es incorrecto y que tienen que corregirlo de alguna manera".
Y eso no es un trabajo lento. Así lo explica Lorea: "No es fácil que una persona actúe con sentido común si tiene un cierto cambio de cerebro. A alguien que tiene alcoholismo no se le puede decir que lo único que tiene que hacer es no beber. El problema es mucho más complejo. ¡Hay quien rompe su vida, sus relaciones de pareja, familiares y de confianza para conseguir una dosis sucia de heroína! ¿No significa esto que el cerebro de estas personas tiene sus funciones más importantes patas arriba? ".