Loco de Lacoizketa

Etxebeste Aduriz, Egoitz

Elhuyar Zientzia

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Ed. Manu Ortega/CC BY-NC-ND

A su tío mayor le dio el capricho que quería beber agua fresca de aquella fuente y envió a su sobrino a recogerla. El niño le trajo agua y una flor que encontró junto a la fuente. Su tío agradeció tanto el regalo que le dio todo el dinero que tenía a su alcance: tres duros. Cuando la madre del muchacho se entera, reprende a su hermano: “¡Nunca te dirigirás! Por esa manía de recolección has perdido tu fortuna y ahora el dinero que te doy para el tabaco lo donas por una flor. ¡Estás loco!”

No era el único que pensaba así; en el pueblo y sus alrededores se llamaba desde hace tiempo a José María Lacoizketa, párroco del pueblo.

Nació en el caserío Lakoizketa de Narbarte el 2 de febrero de 1831. Era el hijo mayor de una familia noble. Fue sacerdote en 1855 e inmediatamente fue a Elgorriaga para atender a los enfermos de cólera, donde permaneció allí durante 17 meses. Después mató al párroco de su pueblo natal y se sustituyó a los 26 años. Fue párroco de Narbarte durante 31 años, hasta que en 1888 tuvo que enfermar y retirarse. Se retiró entonces al palacio Jarola de Elbete, donde tenía su hermana. Murió al año siguiente, con 58 años.

Lakoizketa hizo mucho más que curas. “Cuando mis servicios me destinaron –escribió– a ofrecer en este maravilloso valle, decidí dedicarme a la investigación de objetos naturales, durante todo el tiempo libre me dejaban los múltiples requisitos caritativos que conlleva el trabajo sacerdotal. Las plantas (...) fueron las que más despertaron mi curiosidad, y así la botánica ha sido el objetivo de mis investigaciones divertidas y de mis medallas ascéticas y fascinantes”.

Siempre que podía, tanto en verano como en invierno, salía el párroco de Narbarte con su caja de latón, zeio, cincel y martillo. Y los vecinos veían al párroco recogiendo hierbas, perdiendo en el desfiladero, o subiendo a lugares en los que nadie subía y tomando un trozo de roca con un martillo y una cincel, como un tesoro. Era el loco de Lakoizketa.

Su amigo Fermín Irigarai, médico de Irurita, escribió: “Su afición a las plantas era tanto que las hablaba con frecuencia, incluso con desconocidos en el tema. Al ver alguna planta, cualquiera que sea su persona, tomó la planta y la observó lentamente, y le decía todo lo que sabía y sentía de ella”.

A pesar de que los ciudadanos no entendieron muy bien los comportamientos del párroco, tuvo el nombre de botánico. Fue miembro de la Sociedad Botánica Francesa en 1877 y de la Sociedad Española de Historia Natural en 1880. Tuvo la fama de ser el mayor experto en criptógamas del norte peninsular (helechos, musgos, hongos y líquenes).

Lakoizketa se relacionó con muchos otros botánicos, encontrándose en sus papeles los nombres de 87. Y entre sus recogidas y intercambiadas con otros botánicos, formó un herbario de unas 2.500 especies.

En 1884 publicó el catálogo de plantas de Bertizarana: “Catálogo de las plantas espontáneas en el valle de Vertizarana”. En este trabajo recogió 809 fanerógamas y 495 criptógamas, entre los que se encontraban 186 líquenes. Era el mayor número de líquenes publicados en el Estado.

En aquella época se hacía poco caso a los criptoógamas y era especialmente difícil identificar los líquenes. Seguramente Lakoizketa habría tenido que utilizar el microscopio y los reactivos químicos para estudiar los líquenes. Sin embargo, se convirtió en maestro de líquenes. De las 192 especies editadas en Navarra, 186 las publicó.

También era lingüista y compaginó el euskera y la botánica que tanto amaba. “Los fitógrafos no olvidan los nombres comunes de las plantas. Añaden a la descripción de las especies los nombres que se les dan en las regiones en las que viven”, escribió Lakoizketa, en el prólogo del “Diccionario de los nombres euskaros de las plantas”, publicado en 1888.

Y sigue: “No se puede negar al euskera todo el derecho a estar en este tipo de obras filologo-botánicas, y es compasivo el silencio de los tratados de botánica descriptiva en un tema tan importante. Y no es el País Vasco, que atraviesa el Pirineo occidental, porque no tiene interés fitológico, ni porque sus hijos, tan brillantes en todas sus carreras, no han destacado en la ciencia de las plantas (...) Este trabajo viene a cubrir esas lagunas y a satisfacer estas necesidades”.

En el diccionario aparecen los nombres en euskera de las secciones y órganos de las plantas. Luego vienen las plantas. Para cada planta, primero el nombre científico, luego el nombre común y los sinónimos en castellano, el nombre común en francés, el de euskera y los sinónimos, la etimología de los nombres en euskera y, por último, algunas notas sobre la planta. Y “para que mis paisanos no familiarizados con el lenguaje científico puedan encontrar fácilmente el significado de los nombres en euskera, se pondrá al final un índice alfabético de esos nombres”.

Lakoizketa dice que recoge en el diccionario los nombres que se dan a las plantas en Bertizarana, Bortziriak, Baztan, Narbarte, etc. Por otro lado, reconoce que el hecho de querer aclarar los orígenes de los nombres en euskera tenía algunos riesgos. “Las etimologías pueden tener mucho de arbitrario, mucho de ideal y de verdad, si se dejan llevar por aletas ligeras de la imaginación”. Para evitarlo se puso una serie de normas, pero no podía decirse que logró escapar totalmente de las laderas de la imaginación.

En cualquier caso, el valor del trabajo realizado por Lakoizketa en la botánica y en la industria vasca es innegable. Eusko Ikaskuntza también quiso reconocer la obra del loco de Lakoizketa y colocó una placa en su caserío en 1924: “El señor Lakoizketa, hijo de buena casa, es el mayor vasco del saber vegetal. Un recuerdo de la mención que le debemos a los vascos”.

 

Bibliografía:

ANDUAGA, A: “Lacoizqueta Santesteban, José María de”. Auñamendi Eusko Entziklopedia

ETAYO, J. (2002): – J. M. Lacoizqueta”. Naturzale 17, 5-34

IBARGUTXI, F. (2006): “El párroco de las mil plantas”. Diario Vasco.

LACOIZQUETA, S.L. (1888): “Diccionario de los nombres euskaros de las plantas en correspondencia con los vulgares, castellanos y franceses y científicos latinos”. Imprenta Provincial.

LACOIZQUETA, J. M. (1884): “Catálogo de las plantas espontáneas en el Valle de Vertizarana”. Actas Soc. Exp. Dif. Nat.13: 131- 225.

OLLAQUINDIA, R. (1980): Tres estudios sobre diccionarios navarros. Fontes linguae vasconum: Studia et documenta 35-36, 319-352.

PÉREZ DE VILLARREAL, V. (1982): “Don José María de Lacoizqueta : el botánico (1831-1889)”. Cuadernos de etnología y etnografía de Navarra39, 329-361.

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