Farmazian doktorea. Biofarmazia, Farmakozinetika eta Farmazia-teknologiako irakasle kolaboratzailea
Farmazia Fakultatea UPV-EHU, Vitoria-Gasteiz
Los requisitos de admisión de medicamentos son muy específicos. Además de demostrar eficacia, es imprescindible asegurar la seguridad de los medicamentos. Para ello, en España un real decreto de 2004 regula los ensayos clínicos de medicamentos. Para controlar el funcionamiento de los ensayos existen 135 comités éticos que analizan y aprueban cada una de las propuestas de valorización de medicamentos.
Por otra parte, la aceptación completa de un medicamento y, por lo tanto, su expulsión requieren de una serie de estudios. Estas investigaciones se dividen, además, en varias fases, entre ellas la fase preclínica, la fase I. II. y III. fases y finalmente IV. ensayos de la fase 1. Cada fase tiene sus objetivos y en cada una de ellas se valoran y analizan determinadas variables. En este largo recorrido, el medicamento debe superar una fase para entrar en la siguiente y III. se comercializa únicamente cuando los resultados de la fase a) son seguros y eficientes.
Como farmacéutico puedo destacar que en todas las fases se trabaja con mucha atención. En una primera fase, además, es fundamental asumir estas responsabilidades, ya que es el primer contacto entre el fármaco y la persona. Por ejemplo, se toma un pequeño grupo de voluntarios sanos, el fármaco se utiliza en dosis muy pequeñas y es necesario informar a los pacientes de los posibles efectos y riesgos. Entonces, ¿de dónde viene la polémica que se ha generado en torno a los ensayos clínicos?
Creo que la primera alarma se debe a las noticias publicadas por revistas científicas como The Lancet, Science o Nature. De hecho, según estas noticias, los artículos científicos elaborados por las empresas farmacéuticas que se encuentran detrás de los ensayos clínicos no siempre describen todos los resultados. Con un poco de ironía diríamos que sólo tienen en cuenta los datos positivos y que a veces se les "olvida" los que no son tan positivos. Si hablamos de políticos, tal vez no nos parezca tan sorprendente este comportamiento, pero hablamos de los medicamentos que tomaremos en un futuro.
Ante este tipo de comportamientos, el trabajo de las revistas científicas se hace muy difícil. De hecho, los trabajos que analizan las revistas son muy buenos y a menudo están muy bien realizados. ¿Cómo saber si toda la información está ahí o no? Por otro lado, la retirada de un medicamento del mercado por problemas derivados de su comercialización también tiene consecuencias en las revistas. Estos casos ponen en duda la calidad, profesionalidad y prestigio de las revistas.
Existen muchos ejemplos que confirman el comportamiento del “olvido”. Por ejemplo, el antidepresivo Paxil (fármaco paroxetina) se ha utilizado ampliamente para tratar las depresiones de los jóvenes. Pero en 2004 hubo denuncias contra el medicamento y hoy sabemos que este medicamento no se puede administrar a los jóvenes, ya que aumenta considerablemente el riesgo de suicidio. Sin embargo, la propietaria del medicamento, GlaxoSmithKline, siempre ha defendido (y sigue haciéndolo) que se trata de denuncias infundadas, aunque por si acaso pagó 2,5 millones de dólares a las víctimas para evitar problemas.
Otro ejemplo conocido es el medicamento Celebrex (fármaco Celecoxib). Los desarrolladores del medicamento publicaron en la revista de la Asociación de Médicos Americanos (JAMA) datos de muy buena apariencia, entre los que destacan el bajo riesgo de ulceración del medicamento. Meses después, sin embargo, algunos científicos supieron que los resultados publicados en la revista JAMA correspondían a datos recopilados durante 6 meses y que, si se tienen en cuenta los datos de un año, el riesgo de aparición de úlceras era similar al de otros medicamentos. Es decir, se puso de manifiesto que los autores del trabajo acortaron la duración de los ensayos con el objetivo de obtener mejores resultados.
Estos ejemplos evidencian las presiones a la hora de publicar ensayos clínicos para poner de alguna manera los resultados positivos. Pero no creas que los resultados de todos los ensayos clínicos siempre los encontraremos en las revistas científicas. Sólo el 40% de los ensayos clínicos iniciados en 2002 desde 1984 estaban publicados. Y, como se ha dicho, en muchas de ellas no aparecían todos los datos. En 2004, tras 122 ensayos clínicos analizados, un grupo danés demostró que los investigadores publicaron menos del 50% del total de datos medidos durante los ensayos. Entrando en el fondo, se evidenciaba, además, la tendencia de los autores de los artículos a prescindir de los datos poco consistentes.
Los resultados de otro estudio publicado en 2003 también son significativos. En este caso se analizaron 370 ensayos clínicos; la conclusión fue que la variable que más influía en las conclusiones presentadas por los autores sobre los ensayos era el tipo de protector. Es decir, descubrieron que los ensayos financiados por las empresas farmacéuticas tenían una mayor probabilidad de conclusiones positivas.
Ahí está otra vez la sombra del dinero. Una gran sombra. Hay que tener en cuenta que los responsables de los ensayos clínicos, además de ser científicos, son también trabajadores de estas empobrecidas farmacéuticas. La empresa paga el salario y se siente muy presionada para tener resultados positivos a cambio. Las empresas farmacéuticas también presionan a los editores diciendo que, tras la publicación de la investigación, comprarán muchas copias o "reprints" del artículo. Estas declaraciones pueden tener una gran influencia en las decisiones de los editores, que son el principal ingreso de muchas revistas.
En cualquier caso, estos chantajes económicos son muy raros en revistas de prestigio, con una gran diferenciación científica y económica. Es más, algunas revistas, como The Lancet, exigen un protocolo completo de ensayo clínico junto con el artículo científico. De esta forma, los editores pueden comparar los datos y conclusiones a que se refiere el artículo con los objetivos iniciales y con todos los parámetros medidos.
Además de las controversias sobre los artículos científicos, un segundo factor es la preocupación social por los ensayos clínicos: los efectos secundarios graves en algunos ensayos. El primer caso destacable es el del medicamento Aricept (fármaco donazepilo). Este medicamento se introdujo en 2006 en el III. en la fase 1, con el objetivo de evaluar la eficacia y seguridad frente a la enfermedad vascular del Alzheimer. Desgraciadamente 11 personas murieron en el grupo que estaba tomando el medicamento Aricept. En el grupo control, en cambio, nada. Los resultados siguen siendo exhaustivos, pero esta diferencia entre ambos grupos es muy significativa y significativa.
Otro ensayo clínico sin muerte pero con graves consecuencias fue realizado en Londres. En este caso se encontraban en la fase I y el nuevo fármaco TGN 1412 fue probado con 8 voluntarios. De ellos 2 tomaron el placebo y 6 el nuevo fármaco. Nada más tomar el fármaco, 6 voluntarios reaccionaron violentamente: dolor, problemas respiratorios e inflamación. Según los expertos, los voluntarios experimentaron una terrible reacción anafiláptica, ya que el fármaco había sobreactivado su respuesta inmunitaria. Lo peor no es eso, ya que con un simple test antialérgico se podían evitar todas esas terribles consecuencias.
Este tipo de sucesos provoca alarma y es necesario tomar medidas. Estos graves problemas ocurridos en los últimos tiempos deberán ser muy tenidos en cuenta por los responsables de ensayos clínicos, las comisiones de estudio y las comisiones éticas. En ningún caso se puede aceptar que los responsables de los ensayos no describan todos los resultados en los artículos, y menos aún se puede aceptar el bajo nivel de seguridad que presentan los ensayos de algunos fármacos. Quizá antes de probarlo con las personas, debería ser necesario hacer más estudios con los animales.
Por otra parte, los protocolos de ensayos clínicos y todas las variables que se miden deberían ser de carácter público para poder establecer en el futuro comparaciones adecuadas con los datos publicados. Está claro que el desarrollo y comercialización de medicamentos es un negocio circular para las empresas farmacéuticas, pero es responsabilidad de todos, además de seguro, ser legal y transparente.